Abstracciones en los libros: ¿Útiles?

 Durante una clase, la última, de Psicología de la Comunicación, salió el tema "Abstracciones". Huelga decir que llamó la atención de este blog (sino no existiría esta entrada), por lo que aplicamos los conocimientos adquiridos en una asignatura a multitud de asignaturas de y en todo el mundo.

En la ESO, el Bachillerato, incluso la carrera, se recomiendan o imponen libros de lectura para facilitar o integrar unos conocimientos o hábitos en los estudiantes y, a menudo, esos libros pretenden introducir esos conocimientos mediante pequeñas historias o fábulas de corta extensión y, en según qué casos, mayor o menos facilidad de compresión.

Bien, estas historietas en realidad pueden distraer o dificultar más la comprensión que facilitarla, ya que muchas de ellas son abstracciones de una realidad.

- "¿Qué hay de malo en ello?"- os estaréis preguntando. Pues bien, el problema reside en que nuestro cerebro, fruto de milenios de evolución, no se amolda a abstracciones, sino a cosas concretas. No le vale una sucesión de ideas lanzadas al aire para comprender correctamente y a la primera una idea compleja. Para ello, los libros, que son el objeto de este artículo, deberían contar una única historia que encierre bien lo que se quiera transmitir. Sería algo concreto a lo que nuestra manera de asimilar conocimiento sí podría aferrarse.


Nada que ver con algunos libros que rebotan de fragmento a fragmento, a veces dentro de una misma historia, sin ton ni son ni ninguna clase de distinción o cronología.

En conclusión, si se quisiera dirigir, como en un mapa, la mente de un estudiante hacia un conocimiento, se haría mejor contándole una historia que él o ella puedan seguir antes que bombardearlos con sesudos volúmenes que, en realidad no pueden explicar de forma comprensible ni sus propios autores.

Representación de la abstracción

No hemos de olvidar que sólo podemos retener una información limitada. Para que un mensaje sea viable, tiene que poder ser asimilado.


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